«La quietud es tan sólo un estado de polaridad que siempre tiene por complemento el movimiento”. I Ching

En esta oportunidad sentí la necesidad de ir al fundamento de todas las posturas de pie, Tadasana, la postura de la montaña, con el propósito de asentar la base para ir construyendo una estructura sólida y firme. Esta idea surgió de mi sadhana, práctica, personal de yoga, permaneciendo en esta postura tuve una visión interna “insight” bastante revelador para mi, y es que todas las categorías que integro en Psicología Holística tienen un objetivo en común: el estudio del Ser.
Desde el Ayurveda, que enseña conocer nuestra propia naturaleza o Prakriti, en el Yoga Iyengar, la importancia del svadhayaya o estudio del Self como en la Psicología Analítica de Jung mediante el proceso de individuación, proceso tan simple como complejo que significa llegar a ser quienes somos. Esta forma de vivir conlleva un compromiso y una responsabilidad para con uno mismo y además implica un momento de detención para la auto-observación.
En la montaña estamos quietos en el presente, la montaña simboliza retornar a la quietud interna. Asentarnos en la base, construir los cimientos y el contacto con la materia para acceder a un conocimiento más espiritual, más elevado.
En el I Ching, libro de cambios, hay un hexagrama que habla de ello. “La imagen es el signo de la montaña, unión del Cielo y la Tierra. Lo masculino se halla arriba, sitio donde ambiciona estar de acuerdo con su naturaleza; lo femenino está abajo, hacia donde conduce la orientación de su movimiento. De este modo hay quietud, puesto que el movimiento ha alcanzado su fin normal. La verdadera quietud consiste en mantenerse quieto una vez llegado el momento de mantenerse quieto, y en avanzar una vez llegado el momento de avanzar.”

En la práctica de Yoga trabajamos esta postura con el fin de que cada uno descubra sus propias visiones internas que este elemento de la naturaleza nos puede aportar a nuestro ser.